Una vez que el papa Francisco asumió su reinado
se le comunicó de inmediato la cantidad de bienes inmuebles que posee la Madre
Iglesia y no cupo dentro de sí tanta dicha. Le sucedió lo mismo con los
millones de dólares que llegan del lavado de dinero, de las inversiones en la
bolsa, de los privilegios y exenciones que posee en muchos Estados. El Vaticano
es un descarado. Francisco está sentado en una mina de oro en un mundo repleto
de miseria. Ya no piensa en devolverle a los pueblos originarios el oro que le Santa
Sede les robó, con agua bendita. Eso sí, ha tomado la drástica decisión de
disminuir en un uno por ciento algunos lujos extremos de los burgueses
monseñores. El alto clero debe continuar coludido con los poderosos, banqueros,
gobernantes, mafiosos y negreros, pero con más disimulo, mirando a los pobres a
los ojos sin ruborizarse. Nadie le quita el regocijo y la contagiosa risa al
Romano Pontífice ante tanta riqueza obscena.
Del
blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN
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