Aunque llueva en Santiago de Chile la delincuencia
no descansa, aprovechando su extenso y substancioso veranito de San Juan. Con
el frío o el sol pegando con ira, las víctimas de los robos y asaltos forman
una fila interminable. El cogotero chileno es laborioso y no se pierde una
oportunidad sobre todo si están todas las condiciones para que pueda
capitalizarse. La mayoría está bien capacitada y los ladrones de profesión y
vocación planifican bien cada jugada, con precisión y esmero. Chile también es
parte de la tierra prometida para ellos. El Ministro se levanta temprano en la
mañana y no quiere leer el periódico, como se lo aconsejó el preocupado
sicólogo. El Gobierno mira las estrellas y no sabe a donde ir. Con su discurso
progresista o tolerante van a terminar calatos o bajo tierra y no lo perciben.
La puerta giratoria en los tribunales es una vaca sagrada. En las urnas y con
un corazón sensible los electores y futuros ultrajados votan por respetar todos
los derechos y garantías de los violadores y asesinos, con la mano en el credo de
los derechos humanos de los talibanes. Los afectados y desvalijados que se
pudran. Es ese mismo elector después quien organiza una marcha de cincuenta
vueltas a la plaza de Armas para reclamar por tanto crimen en las calles.
Algunos progresistas cuando ven a un delincuente con las manos en la masa lo
insultan y lo golpean, olvidándose por un momento de los derechos humanos y su
insuperable sensibilidad ideológica. La inseguridad es un ídolo intocable que
la demagogia o utopías no vencerán. La naturaleza humana no se doblega, y menos
ante esas mentes enfermizas que construyen mundos absurdos.
Del
blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN
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