EL BRINDIS JAMÁS DESCANSA
La botillería “Sibila” del pueblo abría sus puertas a las 11 am y los primeros clientes llegaban tocando el timbre a las 9 am. Y por ser los más fieles la señora Sibila los atendía discretamente y vendía así los primeros vasos de vino suelto del día. La festejada botillería estaba presente en los asados, fiestas, cumpleaños, bodas, partidos de fútbol y en todo el quehacer del pueblo. A algunos les vendía ron, pisco y cervezas a crédito. Sibila era el alma mater de la pequeña comuna. También “Sibila” se hacía presente en accidentes automovilísticos con muertos y mutilados, en el ausentismo laboral y escolar, en la baja de la productividad, en algunas peleas conyugales y callejeras, en todo tipo de accidentes y desórdenes, en los hígados deteriorados y mil más. El alcoholismo es una tragedia, lo confirman el hospital y la comisaría. Algunos pasaban del ron a drogas duras. La demoledora droga líquida es legal, las otras no. En fin, Sibila era omnipresente porque estaba en todos los sitios y en casi todas las personas. Después de cuarenta años de arduo trabajo se dice que el servicio que presta la botillería al sediento pueblo es irremplazable e invaluable y por eso la dueña se siente orgullosa de traspasarle el lucrativo negocio a su heredero que ampliará el catálogo de productos. Todo lo que posee la propietaria y su familia es gracias a la venta de alcohol. Los clientes que tocan el timbre a las 9 de la mañana son los más leales y hay que atenderlos como corresponde según manda la tradición etílica.
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