Cuando a llegó a trabajar como becaria a la
Casablanca el trabajo de Monica Lewinsky consistía en entregarle los faxes al
presidente, y así, ambos terminaron contándose las pecas con un ábaco. Bill la
perseguía por el salón Oval semidesnudo prometiéndole que se divorciaría de
Hillary y que se casaría con ella. Y como Monica no resistió la tentación y la
invitación a ser la primera dama de los Estados Unidos se lanzó a los brazos de
Bill Clinton con fogosidad desmesurada prometiéndole bajar 10 kilos en su peso.
Las promesas de un galán son irreversibles. Monica quería ser la flamante
esposa del tenorio Bill y símbolo sexual del país. Ella tenía su propia visión
del sueño americano. La posición de Hillary era discrepante. Amigo de hacer
obsequios finos a las mujeres, a Monica le regalaba revistas pornográficas. Como
el juicio político lo tuvo en las cuerdas lo obligaron a confesar. La jueza
castigó con una multa al presidente Clinton más la prohibición absoluta de
acercarse a las mujeres solteras, viudas o divorciadas y a los cabarets. Todos saben
que su primera debilidad son las portaligas de las bailarinas. Para curar sus
penas y traumas Lewinsky cobró más de un millón de dólares por su
autobiografía. No todo va a ser sufrimiento. Ningún empresario, político u
obispo quiere invitar a cenar a Monica. Cuando Bill Clinton ve un pezón
movedizo hay que amarrarlo.
Del
blog índice LAS SOTANAS DE SATÁN


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