domingo, 17 de agosto de 2014

BENDECIDO SEA SU NOMBRE


   Devotos desembarcaron en Nueva Inglaterra alabando a Jesucristo con todos sus pulmones y con una disciplina moral y laboral sublime. El comercio de esclavos era transparente y activo y el racismo legal separaba la blancura de lo oscuro. Después de visitar la parroquia los domingos, vendían ron como si fuera agua bendita. Las damas de los negreros eran recatadas y probas, con no muy pocas excepciones, cuenta el loro. Los que no eran miembros de su tribu blanca, eran despreciados con fervor y pólvora. Los cristianos gritaban con ardor: ¡Gloria a la Santísima Trinidad, ahora y siempre!.



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