Pablo
Neruda, el poeta del pueblo, de la humanidad, criticó ácidamente con su celosa
pluma a Stalin y sus genocidios, gulags, torturas y abusos. Neruda se enfurecía
con la nula libertad de expresión en las cárceles o países comunistas. Por esta
heroica lucha a favor de los derechos elementales del ser humano, recibió el
premio Nobel. Lo propio hacía Picasso con la indigna invasión roja a
Checoslovaquia y García Márquez con los interminables abusos del asesino Fidel
Castro. A estos artistas, que aprovecharon las libertades de la sociedades burguesas para desarrollar sin límites su talento, les irritaba ver a los
poetas anticomunistas con las manos amarradas, en las ciudades en donde venció
el socialismo real o esclavitud. El socialismo moderno o irreal es capitalista
por vocación. Al izquierdista que desprecia el hedonismo lo aplauden en público
y lo patean en los pasillos.
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