Dios ya no es huérfano. María es su madre, Ana su abuela y Eva su tatarabuela. La parentela de Dios es considerable y su madre es también su secretaria privada, una fructífera intercesora, la vicecomandante en la redención, facilitándole así las labores a la Santísima Trinidad. Ahora la agenda de Dios es más eficaz, con su madre al lado. La salvación del alma ya no está desamparada ¿Qué sería del plan y los destinos de Dios sin su Madre? Es más, María es la mamá de Dios, madre de la iglesia, madre de la humanidad, reina del universo, perpetuo socorro y muchísimo más. Mirando las peregrinaciones y las alabanzas marianas, a veces da la impresión que María es más determinante que su hijo Dios, aunque hay que reconocer que a aquellos que le cantan más a María que a Jesús, son azotados por el propio obispo, y aquellos que mantienen el desequilibrio rezando diez avemarías al lado de un solitario padrenuestro, reciben patadas incesantes en el tobillo por parte de los bototos con punta de fierro del cardenal, hasta que vuelvan los empates. Sí, María es la mismísima Madre de Dios, pero no hay que exagerar.
Sarcasmos de bajo perfil, microrelatos, denuncias al voleo, columnas de dudoso sabor, ironías inconsistentes y otras medicinas, de contrabando. A las corpulentas contradicciones entre lo dicho y lo hecho, entre lo que realmente es y lo que debería ser. Son saetas de papel picado.
domingo, 17 de agosto de 2014
MARÍA, LA INMENSURABLE PROGENITORA DE DIOS
Dios ya no es huérfano. María es su madre, Ana su abuela y Eva su tatarabuela. La parentela de Dios es considerable y su madre es también su secretaria privada, una fructífera intercesora, la vicecomandante en la redención, facilitándole así las labores a la Santísima Trinidad. Ahora la agenda de Dios es más eficaz, con su madre al lado. La salvación del alma ya no está desamparada ¿Qué sería del plan y los destinos de Dios sin su Madre? Es más, María es la mamá de Dios, madre de la iglesia, madre de la humanidad, reina del universo, perpetuo socorro y muchísimo más. Mirando las peregrinaciones y las alabanzas marianas, a veces da la impresión que María es más determinante que su hijo Dios, aunque hay que reconocer que a aquellos que le cantan más a María que a Jesús, son azotados por el propio obispo, y aquellos que mantienen el desequilibrio rezando diez avemarías al lado de un solitario padrenuestro, reciben patadas incesantes en el tobillo por parte de los bototos con punta de fierro del cardenal, hasta que vuelvan los empates. Sí, María es la mismísima Madre de Dios, pero no hay que exagerar.
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