El sabroso pecado mortal de faltar a la misa los
domingos y festivos es tan popular y aplaudido entre más del noventa y dos por
ciento de los católicos, que la congregación para la doctrina de la fe ya
piensa sensatamente en premiar con una ducha con agua bendita del río Jordán a
quienes asistan joviales a la parroquia tres domingos seguidos, y con singular
ímpetu si el romanizado es menor de cincuenta años de edad. Con este exquisito
pecado grave el purgatorio ya se queda vacío. Ahora para los bautizados es más
fácil trotar desnudos en Plutón que acercarse al glorioso cielo. Faltar a la
misa los domingos es tan mortal y denigrante como fornicar con una monja ebria
un viernes santo adentro de un confesionario y con un condón con sabor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario