Me acuesto descansado, amanezco exámine y con la neuronas
jibarizadas. Ideo con tesón métodos para evitar el trabajo pesado y deseo
producir un tonel de limonada con medio limón o con ninguno. Con altas
calificaciones concluí mi postgrado en: “Quejas eficientes y prometedoras”, en
el extranjero. Nadie patalea como yo, soy un as entre los quejumbrosos, entre
los que no soportan al triunfador sonriente, al millonario audaz y capaz. El
trabajo es un castigo de Dios y Dios no cambia de opinión. Maldigo entonces el
día en que fui predestinado a ser un obrero y no el holgazán y mimado hijo de
un potentado. Nací del pueblo y así moriré. “Salir del pantano” es un slogan de
los burgueses. Laburar lo mínimo, reclamar por más y esperanzarse con el nuevo
candidato es mi camino, y la hamaca es mi edén.
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