En el
servicio nacional de la mujer piensan por medio de su enfoque de género que
hombres y mujeres deben ser tratados con equidad y respeto mutuo y los roles
hay que compartirlos. Si un joven varón cocina y lava los platos como una tarea
que le asignaron democráticamente en el hogar nadie debería incomodarse. Si la
señorita aprendió a cambiarle las ruedas a los camiones de su padre, todos
tenemos que estar realizados porque ella cumple esta función maravillosamente.
Antes que nada somos seres humanos y separar responsabilidades porque se es un
macho o una hembra es discriminación pura. Si a una niña de cinco años le
regalas una pelota de fútbol ningún laicista se enfadará, es más, tenemos en esta
nación futbolistas mujeres tan vigorosas que de un pelotazo te pueden derribar
el arco o enviar a un policía al policlínico central. Si una de estas princesas
del balompié te pega un codazo, te separa las costillas. Antes que nada somos
seres humanos, independiente de los roles. Obviamente un hombre tolerante no va
a presentar ninguna queja si a un niño de cinco años le regalas una casa llena
de muñecas con todos los lápices labiales y vestuario íntimo del caso. Un
hombre no se avergonzará por ser infinitamente sensible, por llorar, por
amamantar. Hay que asignar los roles sin mirar a quien y el talento es el
talento.
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