La Santísima Virgen María le dijo a Sor Catalina Labouré: “Haz que
acuñen una medalla según este modelo. Todos aquellos que la lleven recibirán
grandes gracias especialmente si la llevan colgándosela del cuello. Las gracias
serán copiosas para cuantos la lleven con fe.” En riguroso acatamiento a la Santa Madre, desde el Romano Pontífice hasta el
último bautizado, todos llevan con fe en su cuello una medalla de la Virgen, según la maqueta
que ella misma le dictó con lujos y detalles a Sor Catalina. Pobre del
pelafustán que menosprecie las instrucciones de la Reina del cielo o empiece
con evasivas. La santa misa y los sacramentos hacen su contribución, pero todos
los católicos bien nacidos y obedientes están concentrados y absortos en una
medalla milagrosa que regala espectaculares gracias y bendiciones a sus
portadores. Nadie quiere nada más, ni los huraños.
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