¿Qué importancia poseen la prensa, la virgen de
Nuremberg, la rueda, el cepo, el hacha, la guillotina, la horquilla, el
garrote, el caballete, la silla inquisitorial, las herramientas de mutilación y
todos los otros instrumentos de tortura, humillación y muerte, si el objetivo
final es salvar el alma, defender la fe y glorificar ardorosamente el nombre de
Cristo Jesús? ¿De qué sirve el cuerpo si el alma ha sido excomulgada por el
Romano Pontífice? ¿Cuántos herejes quemados en la hoguera aplauden al papado
por haberlos librado del infierno, inclusive contra su voluntad? ¿De qué sirven
los bienes materiales y las propiedades si la oveja está fuera de la Madre Iglesia ?¿Cuántos
apóstatas fueron reintegrados al rebaño por medio del suplicio de siervos de
Dios como los dominicos, que asumieron la tarea histórica de mutilar y masacrar
a los descarriados para enrejar y preservar el reino de Dios?¿Cuántos, desde el
más allá, le han enviado cartas de agradecimiento al sucesor de Pedro por todo
lo obrado por la hoguera, el garrote y el tribunal inquisidor?¿Cuán grandioso
es ejecutar lentamente a un desencaminado? Mediante el terror inspirador del
Espíritu Santo, Europa fue librada de Satanás. Los ya condenados eran remitidos a la justicia civil porque la pudorosa
iglesia no puede llevar a cabo ni promover el desangrado. Los genocidas ven en la Inquisición a un
profeta. Notables doctores, obispos y cardenales aprobaban el suplicio y el
desgarramiento, porque sabían lo doloroso que era vivir fuera de la santa
iglesia católica. Alejados del avemaría la santidad es imposible, una tomadura
de pelo, un disparate. Era tal la terquedad de algunos desgraciados, que
estaban dispuestos a soportar lo insufrible y morir, antes de recepcionar el
efusivo afecto del Romano Pontífice. Ante tanta porfía nauseabunda, ¿qué otra
alternativa les queda a los insuperables apóstoles de la Inquisición , sino la
de quemar, desgarrar, humillar y confiscar, para ensalzar al Redentor?
Cumplieron su flagelante misión con la mente puesta en la ortodoxia y en la
rentabilidad y proyección de tan magna empresa. El obispo de Roma masacraba la
carne para elevar el alma, y ninguna conducta ha sido más noble, casta y
responsable que esta. El necio jamás comprenderá la trascendencia del tribunal.
El rescate del alma humana caída no tiene precio ni escrúpulos.
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