domingo, 17 de agosto de 2014

CARDENAL IN PÉCTORE

         En medio de la noche y con una metralleta en la mano, Juan Pablo II secuestró a todos los banqueros de Dios y los remitió al tribunal de Milán que investigaba el lavado de dinero y la corrupción financiera de las cuentas corrientes de la corte celestial. El Romano Pontífice denunció por televisión a los cuatro vientos todos los actos deshonestos de los cuales tomó conocimiento y no reposó hasta ver tras las rejas a todos los malandrines de la Santa Sede. Todos los enjuagues del Ambrosiano, del IOR, de las empresas panameñas, del puente de Londres y de las masonerías, salieron a la luz con el celo y el látigo del vicario del Redentor, que siempre creyó que el artículo 11 del Tratado de Letrán es palabra de Dios y que recompensó a Marcinkus nombrándolo cardenal in péctore, por sus preclaros y magnánimos servicios al Todopoderoso. Ante cualquier irregularidad el papa polaco enloquecía y no había forma de controlarlo.

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